Confesión tardía

Me hechizabas el alma, con solo verte mi corazón estallaba, sé que te amaba y la verdad es que todavía te amo.

En aquellos tiempos no podía decir nada, deseé que con solo una mirada supieras la honestidad de mi amor, pero ni si quiera podía mirarte, la pena me atrapaba. 


Que cobardía la mía no haberte besado, desearte tanto y no atreverme siquiera a rozarte los labios. Con solo el toque de nuestras manos sucumbía a imaginarme pasarme el resto mi vida amándote. 


Si tan solo supieras cuántas veces anhelé refugiarme en tus brazos y contemplar tu rostro, ese hermoso rostro que para mí brillaba más que un cielo lleno de estrellas. Qué torpeza la mía. Ojalá pudiera volver a esa noche en la que esperábamos el bus, porque en ese instante habría seguido mis impulsos de abrazarte y comerte la boca.


Dios mío… Apuesto a que nunca imaginaste que todo eso pasaba por mi mente. Estoy segura de que no tienes ni la más remota idea de cuánto me gustaste. Y aunque tal vez pienses que me obligué a quererte… la verdad es que ya te amaba desde aquellos días en los que te despedías tímidamente a mitad del camino, y yo me quedaba sonrojada hasta llegar a casa.


Esos días que sin duda siempre serán los mejores momentos de mi juventud. Los más vivos, los más tuyos.

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